miércoles, 3 de diciembre de 2008

Cada vez se despertaba menos. Esas sensaciones tibias que dan lugar a volver a reconocer el cuerpo después de haberse alejado unas horas de sí misma se volvían borrosas ahora, que había olvidado cómo descansar.
Sí insistía, claro, en que estaba más tranquila. Porque lo estaba. Pero los cimientos se hacían desear tanto que ya su reconstrucción se tornaba su actual estado. No dormía, ni despertaba.
¿Sus verdades limitadas eran también su actual presente? Porque su anterior presente la había atado –ella se había atado- de por vida. Quizá había quedado condicionada. Tal vez. Y al encontrarse sincera tenía el deber moral de advertir su cambio y pedir que no la quieran. O que le hagan saber que se puede empezar de nuevo, sin pasados presentes.

Y estaba, finalmente, más tranquila. Desperezándose virtualmente del sueño que la llevó a volverse loca. Su despertar era corto y su amor progresivo. Tenía que atacar; un fuerte (¿trinchera?). Contra el mar, los dragones, llegar a la última torre para comprobar que su advertencia era cierta: ya la habían despertado y... aguardaba tranquila no volver a cerrar los ojos.
Y quien se anime a entrar que sepa cuán alta está esa ventana, se decía. Mintiéndose.

Sabía, mejor que nadie, que sabía volar.


3/12/2008
Triiii

1 comentario:

Natalia dijo...

Excelente !!!!!!!!!!