... II

Hay momentos que llegan con el viento
Un ruido o algo de humo,
Un estruendo, un silbido
Y me mata. Que no estés. Que no estés conmigo
Que no esté en tu lugar. Me mata, me tortura y te hago aparecer
antes del desastre, del derrumbe, de lo ya conocido.
Todo es lo de siempre, lo antiguo, lo histórico,
lo asombroso que se actualiza cada momento en que me duele tanto como antes,
como siempre, como cada después de que pasa esa locura.

Hay mañanas que continúan los finales de mis sueños
y tus manos, ¡tus manos!, son capaces de no albergar al menos algo de todo eso,
Y me abrazan esas mañanas, le sonrío al pasado que encuentro casi al despertarme
y me despido del sueño dándote un beso falso.

Hay asfaltos que te muestran casi como eras
y como me sos imposible me permito extrañarte
Y se me estruja el alma y te quiero tanto, tanto…
que no importa quien esté, quien haya estado, quien vaya a estar…
no estás en ninguna de esas calles; te puedo extrañar en paz.

También hay tormentas en las que no te quiero cerca
para llorarte a mi tiempo y gritarle a lo que no quiero entender
si hay ruido, o hay humo o quizás algún estruendo
si tal vez algún día entiendo

Hay, sobre todo, alguna luna
En las calles desconocidas, en Paris y en casi todos mis sueños
Y me encanta que me duela, que te extrañe, que te quiera
Que te escriba y me quede sin corazón
Que el viento te traiga y me rompa la vida
Para llorarte acostumbrada a que no estés
como antes, como cada después
Y que eso me mate
Por quererte tanto, tanto…